"Demonizado por su maldad y egoísmo. Envidiado por su pasión y éxito. Odiado por su capacidad para decidir. Obstaculizado y juzgado por todos, y con muy poca ayuda. Así es el camino del empresario en nuestro país.

"Un DÍA en las CARRERAS" es una hilarante película de los Hnos. Marx cuyo título, en este blog, sirve para ilustrar el variado e imprevisible curso de una jornada de trabajo en la vida de un empresario. Trazos y apuntes de las situaciones más complejas y de los momentos más duros o significativos.

De su extrema dificultad y de su maravillosa recompensa."


miércoles, 30 de abril de 2014

"CÁNCER DE RECURSOS HUMANOS": La importancia del diagnóstico precoz.

El veredicto médico no dejaba lugar a dudas:


-"Lo siento, su empresa padece "cáncer" de Recursos Humanos."
-"Me lo temía, este dolor agudo y crónico no presagiaba nada bueno. Sabía que pasaría."

A a partir de aquí han sido horas de largas sesiones de "reflexoterapia" y rehabilitación, y creo que empezamos a recuperarnos. Lo hemos cogido a tiempo.




Queda en el aire una pregunta:

¿Qué lleva a un trabajador a sentir odio por su empresa, o por su dueño? A criticarlo sistemáticamente por sus acciones, a desaprobar sus decisiones o simplemente a odiarlo por algo tan ridículo como el coche que conduce, su casa, o su "estatus".

La experiencia me ha enseñado que la actitud displicente de un trabajador hacia quien le confía un puesto de trabajo en su empresa, está totalmente disociada del comportamiento que el empresario haya tenido con él, y depende más que de otra cosa, de los propios valores y de la educación que el trabajador ha recibido. Educación familiar y sobre todo social, en un país donde el empresario lleva años siendo demonizado por las autoridades.

Me he llegado a obsesionar por "motivar" a mi equipo. Hemos elaborado toda una cultura de empresa donde el objetivo era desarrollar auténticas carreras profesionales basadas en la búsqueda de la excelencia a partir de la implicación y el sentimiento de empresa de mis "colaboradores".

No ha habido un solo año en el que no se hayan hecho convenciones, cenas, regalos, sesiones de coaching, formación, concursos, y un largo etcétera de actividades nuevas cada año, en la convicción de que el manido "látigo" debe sustituirse por la motivación emocional y positiva. Hemos sido referencia para los mismos formadores que nos han visitado en nuestros eventos. Recuerdo un Comité en el que estaban todos los trabajadores de mi empresa y en el que quisimos ilustrar el trabajo en equipo con la participación de un Cuarteto de Cuerda. Fue mágico.

Todos estos recuerdos y buenos momentos se amontonan por decenas en mi memoria, contrastandose con el malestar que me produce el sabor dejado en mi boca por quienes siempre traté, no como "trabajadores míos", sino como verdaderos compañeros, y que al final dieron rienda suelta a su odio. Aquellos a los que les dí el trato más humano y cercano que jamás se puede dar a un trabajador, y que esperaron con paciencia su momento para, como en aquella escena bíblica, cuando mi empresa y yo estábamos en la más absoluta ruina, tomar una esponja, empaparla en vinagre y poniéndola en una caña, dármela para beber.

Aún hoy perdura ese odio y rencor en alguno de ellos. Otros lo disimulan algo más, pero es fácil adivinar cómo gozan con tu sufrimiento y cómo temen tu resurgir, por mucho esfuerzo y sacrificio que vean en ti, en tu empresa o en tu misma familia.

Mi pregunta es, ¿se puede evitar que un trabajador odie a la empresa o al empresario? Desgraciadamente, mi respuesta es NO. Puedes favorecer que predomine un determinado clima y actitud en la compañía. Pero obtendrás respuestas dispares en función del perfil de cada trabajador, y el que siente envidia u odio de forma predeterminada, siempre encontrará una justificación para darle salida. Por lo tanto, para este tipo de persona, cualquier esfuerzo es vano.



También pienso que existe la lealtad y el cariño INCONDICIONALES de determinados compañeros que se alegrarán de los éxitos de la empresa y se entristecerán profundamente por sus fracasos. Responden muy positivamente ante estímulos y gestos de la empresa. Poseen valores como la humildad o el agradecimiento, independientemente del puesto que ocupen y de los salarios que tengan. Tienen sentido de la justicia y corresponden al trato humano con la mayor de las devociones e ilusión. No son sumisos, ni sienten la necesidad de hacer la "pelota", ya que conocen sus derechos, saben cuánto y cómo trabajan, lo que sienten y valoran el respeto que la compañía les profesa.
Ellos si serán merecedores de un trabajo de motivación emocional y sobre ellos será sobre los que debemos construir nuestra empresa.

Hay finales escritos desde el primer día y el empresario debe esforzarse por adivinar los verdaderos sentimientos de aquellos que trabajarán junto a él, sobre todo en puestos de responsabilidad. No hay más ciego que el que no quiere ver, y a veces este odio es tan explícito que se "huele" desde el día de la firma del contrato. Al más mínimo olor, hay que actuar. Posponer la decisión es un grave error de dirección que terminará minando y contagiando al resto del equipo y a toda la compañía.


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